domingo, marzo 20, 2005

Nos estrenamos en los 42,195

Han sido años soñando con este día, pero por fin llegó el momento de enfrentarnos a la distancia reina. Salimos de Sant Cugat con las primeras luces del alba. Dejamos el coche lo más cerca posible del Canal Olímpico de Castelldefels, lugar de llegada y salida de este maratón atípico, surgido para cubrir un vacío causado por discrepancias entre la organización del maratón de Barcelona y el ayuntamiento de la ciudad que este año, para vergüenza de los locales, han dejado, por primera vez en muchos años, a la Ciudad Condal sin su prueba más emblemática. El ambiente en la zona de salida era fantástico: muchos extranjeros y una proporción de mujeres muy superior a lo que es normal en las pruebas que corremos habitualmente. Dejamos las bolsas en una tienda de campaña de aspecto militar habilitada como guardarropa. Cumplimos con los preliminares de rigor: aligeramos nuestros cuerpos entre unos matorrales y nos untamos hasta las cejas de vaselina para prevenir ampollas y rozaduras. Calentamos y estiramos. Minutos de tensión hasta que suena el disparo de salida. Debe ser el miedo a lo desconocido. Por delante quedan 42 kilómetros y 195 metros. El sol ya brilla en lo alto y empieza a calentar a los casi dos mil corredores que nos congregamos en la línea de salida en esta mañana de primavera. Los primeros kilómetros los recorremos en silencio, con el respeto que nos infunde la distancia, marchando, en promedio entre 5'30'' y 5'40'' por kilómetro. Elegimos como liebre un marchador de mediana edad que, según nuestros cálculos, nos podría ayudar a cruzar la meta en 4 horas. Enseguida nos damos cuenta de nuestra equivocación y vemos como el marchador se nos escapa. Un poco más tarde nos sumamos a un grupo de maratonianos de Tarrasa que van a por el mismo objetivo. De nuevo nos damos cuenta que hemos pecado de optimistas y empezamos a experimentar en nuestros cuerpos la dureza de la prueba. Desde las vallas publicitarias que jalonan la carretera la mirada pícara de una modelo que anuncia lencería de marca Intimissimi nos anima. Al llegar al mar los elementos se ponen en nuestra contra. Entre Gavá y Castelldefels el viento sopla con fuerza. A pesar de esta circunstancia somos capaces de mantener un promedio de 5'50''/km hasta el kilómetro 25, donde la distancia acumulada empieza a pasar factura. A partir del "muro" del kilómetro 30 la carrera se convertirá en una gesta propia de la épica griega. Con la sensación de estar en una dimensión desconocida y con la única motivación de atravesar la meta recorremos los últimos kilómetros en un ejercicio de sufrimiento y superación personal. En el kilómetro 35 Luichy, el hermano de Ricardo, ha venido a darnos ánimos. Sin embargo nosotros apenas le reconocemos. Nos resulta difícil seguir moviendo las piernas. Nos duele todo. Unas corredoras francesas, entradas en años, nos adelantan y nos animan con sus gritos de "allez, allez!" Llega el kilómetro 40. Podría ser la luz al final del túnel. Pero no, tras superar el último avituallamiento todavía nos queda dar una vuelta a la pista de atletismo que bordea el Canal Olímpico y, desgraciadamente, no es una pista estándar de 400 m, sino que son casi dos kilómetros agonía. Ya vemos la meta. Los hijos de Ricardo corren a nuestro lado durante los últimos metros. Finalmente cruzamos la línea de llegada en 4h41'. Nos movemos como zombies. De nuestro cuello cuelga la medalla que reconoce nuestro logro. Ha sido duro, muy duro, pero no será la última...

domingo, marzo 06, 2005

Mitja Marató de BCN: Calantamos motores

A escasas dos semanas de la que promete ser la cita del año en Gavà -nuestro debut en los 42K- y con las notables ausencias de los hermanos Vázquez y del líder espiritual del club, Jaume "El Correcaminos", Ricard y yo nos unimos este domingo a otros mil corredores en la línea de salida de la Mitja de BCN, situada en Pl. de Espanya. Una climatología favorable y un trazado llano nos ayudaron a rebajar, una vez más, nuestras marcas personales en los veintiún kilómetros y a reforzar nuestra preparación de cara a la Maratón del Mediterrani, nuestro primer contacto con la distancia de Filípides. Ahora si que la suerte está echada. ¿Lo conseguiremos?