domingo, marzo 18, 2007

XIII Maratona di Roma

Domingo 18 de marzo de 2007. Se celebra la decimotercera edición de la Maratón de la Ciudad de Roma. Más de 15.000 corredores procedentes de todos los rincones del mundo esperan la salida a los pies del Coliseo en la Via dei Fori Imperiali, construída por Mussolini como escenario de desfiles militares y concentraciones de “camisas negras”. Gracias a Dios hoy el público es muy diferente, aunque todavía haya algún despistado que ha venido envuelto en la bandera de su país como quien va a una guerra o a tomar posesión de una colonia. A las nueve en punto suena el disparo que marca el inicio de la prueba. Este año se ha batido el record de participación y eso se nota. Tardamos más de cuatro minutos en cruzar el arco que señala el kilómetro cero. Unos cientos de metros más allá está Piazza Venezia, donde se alza “il Vittoriano”, el monumento a Victor Manuel II de Saboya. Un palacio de dudoso gusto, construído en marmol blanco, que a unos recuerda una tarta de merengue y a otros una máquina de escribir. Nos paramos. La Via del Teatro di Marcello no es capaz de absorber el caudal de corredores. Los segundos se hacen eternos hasta que la masa de corredores empieza a moverse de nuevo. A nuestra izquierda, en la escalinata del Campidoglio -la famosa “cordonata” de Miguel Angel- la banda de los “Vigili Urbani”, impecables con sus cascos blancos, nos animan con ¡pasodobles!.

La maratón de Roma es un encuentro con la historia y para nosotros un reencuentro con nuestros orígenes. De aquí procede nuestra lengua, nuestro derecho y, probablemente, una buena parte de nuestros genes. En la Piazza Bocca della Verità pasamos entre el arco de Jano y los templos del Forum Boarium, los mejor conservados de la época republicana. Luego tomamos la Via dei Cerchi para bordear el Circo Máximo, encajado entre las colinas del Aventino y el Palatino. Aumentamos el ritmo. En el Piazzale Ostiense pasamos junto a la pirámide de Cayo Cestio, el mausoleo de este pretor fallecido en el año 12. Una pirámide de marmol blanco de 36 metros de altura. Al entrar en la Via Ostiense nos cruzamos con los corredores de cabeza que vienen de vuelta. Rodamos a 5'30'' por kilómetro pero el tiempo perdido en la salida pesa mucho. Ahora nos conformamos con alcanzar a las liebres de las cuatro horas. Los globos de color fucsia que las identifican se han convertido en nuestro objetivo. En el kilómetro 5 nos espera el primer avituallamiento (“ristoro”), muy bien organizado. Bebo agua y Gatorade. Hemos tardado 0:29:12 en llegar hasta aquí. Cinco kilómetros en poco menos de media hora. Apretamos el paso. 7819 atletas van por delante.


Cruzamos el Tíber por el puente Marconi y seguimos su curso aguas arriba, primero por el Lungotevere di Pietra Papa y luego por el Lungotevere Papereschi. Explicar que en Roma se llaman “lungoteveres” las calles que bordean el cauce del Tíber (En italiano Tíber se dice Tevere). En el kilómetro ocho cruzamos de nuevo el río, esta vez por el Puente de la Industria. Volvemos hasta la Via Ostiense y pasamos otra vez junto a la pirámide de Cayo Cestio, aunque en esta ocasión continuamos por Via Marmorata, donde está situado el segundo avituallamiento. Aquí además de líquido me tomo medio plátano que voy deshaciendo en la boca. Llegamos al kilómetro 10 en 0:56:43. Seguimos con retraso pero nos reconforta comprobar que hemos recuperado algo de tiempo. Por delante ya “sólo” marchan 7488 atletas.


Al final de la Via Marmorata, en la Piazza dell'Emporio, nos asomamos al río. Ahora el Tíber queda a nuestra izquierda. Durante más de 4 kilómetros remontaremos su curso recorriendo los “lungoteveres” Aventino, Dei Pierleoni, Cenci, Vallati, Tebaldi, Sangallo, Fiorentini, Altoviti , Tor di Nona y Marzio. Desde esta orilla las vistas son espectaculares. En la otra margen queda el Trastevere y un poco más arriba el Vaticano. En primer término vemos el Castel Sant'Angelo y más atrás la cúpula de San Pedro. Cruzamos nuevamente el Tíber por el puente Cavour para llegar a la plaza del mismo nombre, donde se alza el Palacio de Justicia, una impresionante construcción de marmol travertino. Pasamos el kilómetro 15 en 01:24:30. Parece que la cosa va mejor. Seguimos adelantando corredores. Las liebres de las 4 horas cada vez están más cerca. Seguimos por Via Cescenzio, giramos a la izquierda en la Via Sofrza Pallavicini y al final de la Via della Traspontina giramos a la derecha. Cuando entramos en la Via della Conziliazione los rayos de sol están terminando de deshacer la bruma de la mañana. Al fondo de la avenida se alza majestuosa la basílica de San Pedro. A pesar de su descomunal tamaño, las equilibradas proporciones del templo hacen que parezca más pequeño de lo que realmente es. Estamos en el Vaticano, la capital de la iglesia católica, y tal vez la única monarquía absoluta de carácter electivo que queda en el planeta. En la Piazza Pio XII el público nos anima con gritos de “bravi” y “forza”. La banda de la “Polizia di Stato” nos apoya con su música. Pasamos bajo el Corredor Vaticano, que une la residencia papal con el Castel Sant'Angelo y que antiguamente servía para que el Papa pudiese ponerse a salvo en la fortaleza si surgían problemas. Llegamos a la Piazza del Risorgimento y ahora tomamos la Via Cola Di Rienzo A nuestras espaldas quedan los Museos Vaticanos. Pasamos el kilómetro 17, el 18. Poco a poco el centro histórico de Roma va quedando atrás. En la Piazza Monte Grappa nos asomamos de nuevo al Tiber. Lo estamos remontando por su margen derecha. Primero recorremos el Lungotevere Guglielmo Oberdan y después el de la Vittoria. Pasamos la media maratón en 01:58:33. Por delante 7041 corredores, 778 menos que los que llevábamos en el kilómetro cinco. A pesar del calor, que va aumentando conforme avanza la mañana, confiamos en que, cuando menos, lograremos bajar de las 4 horas. De algo tienen que servir los casi cuatro meses de entrenamientos que nos hemos metido entre pecho y espalda. Seguimos aguas arriba. Los siguientes kilómetros son en suave ascenso hasta llegar al Ponte Tor di Quinto, una infraestructura moderna por donde volvemos a cruzar el Tiber.


Aprovechamos la bajada para recuperar nuestras ya maltrechas piernas. El recorrido nos lleva de vuelta hacia Roma por el Viale della Moschea, en el corazón de lo que fue la ciudad olímpica en 1960. Completamos el kilómetro 26 en 02:24:08. Corremos junto al río aunque esta vez lo hacemos en dirección al mar. Se suceden los “lungoteveres” de nombres pomposos: el dell'Acqua Acetosa, el de Salvo D'Acquisto, el del Grande Ammiraglio Thaon di Revel, el Flaminio... Llegamos al kilómetro 30 cuando sólo faltan diez minutos para que se cumplan tres horas desde que tomamos la salida. Seguimos aguas abajo, primero por el Lungotevere delle Navi y luego por el de Arnaldo da Brescia. El Sottopasso di Riperta, un paso subterraneo, nos viene como lluvia caida del cielo. El sol está alto y el calor empieza a resultar agobiante. Vemos impotentes como las liebres de las cuatro horas se nos escapan. En la Piazza Augusto Imperatore está el kilómetro 33. Ricardo se queda atrás. El circuito entra de nuevo en el casco histórico de Roma. Pasado el kilómetro 34 llegamos a Piazza Navona, donde el día anterior pude disfrutar de unos fabulosos farfalle con verduritas. La Banda Comune di Ronciglione se encarga de animarnos en este punto. Apenas me quedan fuerzas para disfrutar de la belleza de la Fontana dei Quattro Fiumi, diseñada por Bernini para engalanar el centro de esta plaza, que todavía conserva la forma del estadio que ocupaba este lugar en tiempos del imperio. Salimos al Corso Vittorio Emanuele II, donde ayer descubrimos que en Roma es inútil intentar parar un taxi por la calle. Para conseguir uno o vas hasta una parada o debes pedirlo por teléfono. Paso el kilómetro 35 en 03:19:34, en el puesto 6112º. Si fuese capaz de mantener el ritmo podría conseguir el objetivo de bajar de cuatro horas, pero ya no puedo más. El calor y los adoquines que tapizan la mayor parte del recorrido empiezan a pasar factura. Aprovecho para caminar un poco mientras bebo en los avituallamientos o me refresco en los puestos de esponjas. Pasamos por la Piazza del Gesù, frente a la iglesia del mismo nombre, el primer templo jesuítico de Roma. Seguimos por la Via del Plebiscito hasta Piazza Venezia, donde giramos a la para tomar la Via del Corso, mientras vemos como por la Via IV de Novembre bajan corredores, más adelantados, a los ya que sólo faltan 3 kilómetros para llegar a la meta. Pasamos el kilómetro 36.


Por la Via del Corso, escenario de carreras de caballos sin jinete, a los que se sometía a todo tipo de animaladas a fin de estimularles, llegamos hasta la Piazza del Popolo, donde, hasta el siglo XIX, tenían lugar las ejecuciones públicas, a menudo como parte de las celebraciones de carnaval. Damos la vuelta a la plaza, animados por la Fanfara Carabinieri, para continuar por la Via del Babuino. Con el piloto automático activado paso por el puesto de esponjas del kilómetro 37,5 en 03:32:50. Un poco más adelante nos espera otra de las grandes atracciones turísticas de Roma, la Piazza di Spagna. La banda de la Guardia di Finanza toca su música mientras cientos de turistas nos contemplan desde las escalinatas. Aquí te puedes sentar a decansar, observar, leer, escribir, pero no se permite comer. Unos vigilantes se encargan de recordar la prohibición a los turistas que se despistan. Al pie de la escalinata esta el salón de té Babbington, que lleva dos siglos sirviendo desayunos y tés a los ingleses que añoran las costumbres de su isla. El kilómetro 38 queda atrás en Via Due Macelli. Sigo por la Via del Tritone y paso por Piazza Accademia di San Luca para tomar a continuación la Via della Stamperia, que describe un arco hasta llegar a la Fontana di Trevi. Los cientos de turistas que allí se concentran nos observan con curiosidad y nos dan ánimos. Ya queda poco. Lo cierto es que el incomparable escenario ayuda a hacer más llevaderos los últimos kilómetros. En la Piazza della Pilotta pasamos bajo la sombra de la imponente fachada de la Universidad Gregoriana. Mientras bajamos por la Via IV Novembre llegamos al kilómetro 39. Ahora somos nosotros quienes vemos cómo los corredores que nos siguen 3 kilómetros más atrás entran en la Vida del Corso. Otra vez en Piazza Venezia, donde la estatua ecuestre de Victor Manuel II preside Il Vittoriano. Un poco más adelante, la Via del Teatro di Marcello, donde nos atascamos al salir, se nos antoja ahora una amplia avenida. Por fin el kilómetro 40. Paso en 03:50:44. Ahora sí . Esto está hecho. Ésta la acabo aunque sea arrastras. Veo que no conseguiré bajar de cuatro horas por poco, pero a esas alturas me da lo mismo. Al final de la Via del Cerchi, giramos a la izquierda por la Via di San Gregorio. Ya estoy en el kilómetro 41. Venga, un último esfuerzo. Al fondo de esta calle se levanta el Coliseo. Lo rodeamos por la Via Celio Vibenna y tras superar el kilómetro 42 enfilo la recta de llegada, en la Via dei Fiori Imperiali. A la izquierda, al otro lado de las vallas, oigo los gritos de ánimo de María, los niños y el resto de amigos y familiares que han venido con nosotros hasta aquí para acompañarnos en esta aventura. Veo a Jaume, que ha cruzado la meta en 03:31:56, toda una hazaña. También fantástico el tiempo de Josetxo, que ha terminado en 03:38:38. Por mi parte paro el crono en 04:04:15 -mi “personal best”-. Entro en la posición número 5670, lo que significa que he superado a casi 2.200 de los corredores que llevaba por delante en el kilómetro cinco. Un poco más tarde, en 04:11:28, llegará Ricardo, batiendo también su record personal. Una vez más lo hemos conseguido.