viernes, marzo 31, 2006

Carrer “Jo puc fer ho” – Maratón de Barcelona, 26 de marzo 2006

Esta vez pasé los primeros cuatro días en Toulouse, donde viven Manolo y Bárbara y luego de descansar en esa hermosa ciudad del Sur francés, y gozar de la compañía de ambos y la de la familia de Manolo, nos dirigimos en auto a Barcelona el jueves inmediato anterior a la carrera.

En Barcelona Manolo se alojó con Lan, su esposa, en el departamento que en esa ciudad arrienda su hijo Kim, que se encuentra haciendo su año “Erasmus” en Cataluña. Para aquelllos de mis lectores que no son europeos, es bueno que sepan que “Erasmus” es un programa de becas dentro del continente, con el objetivo de formar una futura generación de “europeos”, o sea, de profesionales bi o trilingües para los cuales su país de nacimiento y uno o dos de los otros, signifiquen exactamente lo mismo. Bárbara y yo nos quedamos en un hotel cercano. Ellos estaban en el barrio de Gracia y nosotros próximos a Plaza Cataluña.


Los días transcurrieron en el proceso de descubrir lo hermosa que es la capital catalana. Yo había estado en ella hace la friolera de 25 años, así que mi recuerdo era vago y antiguo. Como dije, fuimos en auto desde Toulouse, que está a poco más de tres horas por una autopista de Primer Mundo. Al entrar en España es como que todo cambia y se torna familiar. En Hispanoamérica llamamos a España “Madre Patria” y esto no tiene nada de casual o azaroso. “Madre” porque para nosotros España es, para ponerlo en palabras de un tango, la “casita de los viejos”, el lar paterno. “Patria”, porque nunca nos hemos sentido allí extranjeros. Les voy a dar un ejemplo claro de cuán cerca de nuestro corazón llevamos a España: La violencia es siempre absurda y reprochable, no importa donde ocurra. Pero lo cierto es que si tiene lugar en Israel o Londres o Nueva York lo que nos sale del alma es un sincero: “¡qué barbaridad!”. Cuando ocurre en Madrid nos duele como en Buenos Aires. Atocha es Retiro fue el título de una nota que escribí cuando el 11-M. Y es así, efectivamente. Piense Ud., amigo lector, y por un momento me dirijo principalmente a los hispanoamericanos, mayoría entre mis lectores, todo lo que España nos ha dado: de García Lorca a Quevedo, de Azorín a Alberti, de Machado a Miguel Hernandez, del azafrán al jamón crudo, de Serrat a Sabina, de Goya a Picasso, de las tapas a las tunas, del Barça a Indurain, de Segovia a Yepes, de Louis Lach a Paco de Lucía, de la jota al flamenco. Y continúe Ud. la lista hasta donde quiera. Es cierto que mucho se han llevado también, pero como escribió una vez el gran poeta chileno: “se llevaron el oro, nos dejaron el oro”. Por el segundo oro se refería, claro, al idioma español. Todos los que hacemos del oficio de escribir una pasión, nos sentimos naturales de esa lengua, más que de un país o territorio. Amamos la lengua en que nos expresamos y aunque nos defendamos con no poca soltura en algunas otras, sólo escribimos en la de Cervantes. Quien creo yo expresó como nadie ese amor al español o castellano fue el mexicano Alfonso Reyes cuando escribió: “A veces lamento hablar en español: escuchado desde la otra orilla debe ser algo incomparable, lleno de chasquidos y latigazos, terrible carga de caballería de abiertas vocales por entre un campo erizado de consonantes clavadas como estacas.”


Así pues, deambulamos sin prisa ni presiones turísticas y sin hacer uso de guía alguna –es nuestro estilo- por las calles de Barcelona. Conocí el famoso puerto que fue reciclado totalmente en oportunidad de las olimpíadas de 1992 y que no existía la última y única vez que estuve en Barcelona. Caminamos por sus calles mágicas, parando aquí y allí a tomar un café amenizado con la lectura de El País, a mi juicio el mejor diario en idioma español del mundo. Y si me apuráis, en cualquier idioma. Charlamos de comunidades autónomas, de foralismo, de guerras carlistas y de tantas otras cosas que apasionan a MMF tanto como a mí y sobre las que él sabe y yo aprendo. MMF es lo que yo llamaría un hispanista moderno, o sea, un tipo que conoce desde los poemas de Góngora a la historia completa de los goles del Barça pasando por el árbol genealógico de los borbones. Una raza en extinción, claramente. (MMF es la abreviación de “Monsieur Mon Frere”, literalmente “mi señor hermano”. Es la forma en que Napoleón Bonaparte se dirigía a su hermano José, homónimo del mío)


Yo creo que Barcelona se parece a Chicago y a Valparaíso. Antes de tomarme por demente déjeme defender mi punto. A Chicago se asemeja en el sentido de que ambas ciudades tienen una arquitectura característica, que las define y que en otras ciudades sólo se encuentra esbozada. Es claro que el estilo es diametralmente distinto, modernismo gaudiano para Barcelona, rascacielos para Chicago. Y se parece a Valparaíso en la personalidad. Esto es aún más subjetivo que lo anterior así que Ud. puede compartir o no, pero yo cuando piso una ciudad siento la fuerza de su personalidad, su única y específica manera de ser. Estas dos ciudades lo tienen como ninguna otra.


Decirle que Europa está absurdamente cara para los argentinos no sería decirle nada nuevo. Contarle las atracciones turísticas de Barcelona no es lo mío, para eso compre una guía turística. No es para leer lugares comunes que Ud. recurre a mi, ¿verdad? Así que de nada de eso hablaremos.


Durante nuestra estancia en la ciudad, ocurrió en España un hecho alentador. La banda terrorista –como correctamente califica siempre El País a la ETA- declaró un “alto el fuego permanente”. Si bien no es la primera tregua de estos cuatreros, varios elementos permiten pensar que esta vez asistimos al principio del fin de la última absurda guerrilla de Occidente. Esto llenó de esperanzas los corazones de todos y nos dejó en las mejores condiciones psicológicas posibles para encarar la carrera.


Como mis lectores más fieles saben, MMF y yo no comimos más que pasta desde el jueves a la mañana hasta el domingo a esa misma hora. Pasta para el desayuno, pasta para el almuerzo y pasta para la cena. Medio kilo por sentada entre los dos. Créame, no es fácil, pero se puede.


Así llegamos al domingo 26 de marzo de 2006, día en que se corría la primera maratón de Barcelona. Es oportuno aquí hacer un poco la historia de esta carrera en la ciudad catalana. Se corrió hasta el 2004 y se suspendió en el 2005 por una discrepancia entre el ayuntamiento –la municipalidad- y la gente que la organizaba. Pero ahora ha renacido de sus cenizas y lo ha hecho con gran fuerza, como el Ave Fénix. El circuito es mucho más interesante que el de la primera etapa y lo lleva a uno por todos y cada uno de los atractivos turísticos de la ciudad:
Plaza España, el Camp Nou (la cancha del Barça), La Pedrera de Gaudí, la Avenida Diagonal, Paseo de Gracia, la Iglesia de la Sagrada Familia, la Torre Agbar (que parece un supositorio gigante), el Arco de Triunfo, el Forum, Las Ramblas y Plaza Cataluña, entre muchos otros. De las catorce ciudades donde he corrido mis quince maratones, incluyendo todas las “top” del mundo, es uno de los circuitos más atractivos en lo visual (junto con París, que es bonita por definición porque es París y punto).

Otro aspecto que los corredores evaluamos de los circuitos de las maratones urbanas es si es plana o no, sus subidas y bajadas. Yo los clasifico en planos (Berlín, Londres, Chicago, Rótterdam, Ámsterdam y pará de contar), montañosos (Madrid, Boston y San Pablo) e intermedios (todos los demás). Barcelona califica entre estos últimos.


El día anterior en la expo o feria donde uno retira su dorsal, habíamos visto por primera vez las caras a un grupo de corredores, catalanes casi todos, que conforman una asociación informal llamada “A Fons Perdut” de la cual tengo desde esta carrera el honor de ser miembro y a quienes sólo conocía por Internet. El nombre quiere decir en catalán “a fondo perdido”, lo que se da o entrega sabiendo que no se podrá recuperar. Ellos se autodefinen como una sociedad “gastronómico-deportiva” o sea que tanto disfrutan del placer de la pista como del de la mesa. Nos encontramos con todos ellos y con Alexis, un argentino amigo que corrió conmigo Nueva York, unos minutos antes de la carrera para hacer unas fotos y desearnos suerte.


Corría yo con la misma remera con la que he corrido las catorce maratones anteriores, pues esta es una de mis cábalas y yo soy muy cabulero. Las otras cábalas, prácticas que buscan llamar la suerte y que practico sin excepción son:

a) Persignarse “a la agnostique”, o sea, tocar el suelo con los tres dedos centrales de la mano y luego llevarlos a los labios.
b) Persignarse a la manera tradicional cristiana.
c) Llevar la vista al cielo, a unos 45 grados respecto de la vertical u horizontal –es el mismo lugar- y pronunciar en voz baja pero audible: “God, in your hands I commend my spirit”.

Así, llegó el tan ansiado momento de la largada, que se produjo entre Plaza España y el castillo de Montjuic, que está situado en lo alto de una colina que parece un poco el Olimpo barcelonés. A propósito, una digresión que encuentro interesante pues muestra el tono de las relaciones entre la Generalitat (gobierno autónomo de Cataluña) y el gobierno central: la cima de la colina alberga una fortaleza propiedad de Cataluña hasta que Franco la expropió luego de la Guerra Civil. Hoy la maneja el ministerio de Defensa y Cataluña la ha reclamado. El ministerio dijo ok (o mejor dicho, “vale”), te la devuelvo, pero con dos condiciones: una es que cuides las antenas del ejército allí ubicadas y la otra es que el pabellón nacional ondee en lugar tan preferencial como el catalán, no menos. A lo que la Generalitat se negó, no tanto por las condiciones mismas sino porque “no puede condicionarse la devolución de las cosas a su legítimo dueño”.
¿Cómo se hubiera solucionado esto en un ambiente de confianza? Pues el Ministerio habría levantado las condiciones y la Generalitat las habría cumplido igual, pero como cosa suya, no impuesta. Todo esto arreglado previamente en una reunión privada entre subsecretarios, claro. Pero no ocurre y todo sigue sin resolverse, a mi juicio, por falta de confianza entre las partes.

Pero volvamos a la carrera. Yo había planeado correr los 42 kilómetros en forma tan pareja como fuera posible y para ello llevaba una pulsera con el tiempo exacto en el que debía pasar por cada una de las marcas señalizando los kilómetros. Pero MMF me hizo un comentario que me hizo reflexionar. Según él, a nuestra edad es imposible correr una maratón demorando el mismo tiempo en la segunda mitad que en la primera, la segunda es siempre más lenta, sostiene él. Por lo que, me dijo, si corrés todo parejo no cumplirás el objetivo pues te retrasarás sobre el final. Debés correr la primera más rápido de lo que tenés planeado, insistió. Y me jugué y le hice caso. Arranqué pegado a la “liebre” de 3.15. Para aquellos de ustedes que no son corredores, una “liebre” es un corredor pago por la organización que corre a velocidad muy constante y garantiza terminar en determinado tiempo. Suele haber “liebres” para tiempos separados por un cuarto de hora. El objetivo era aguantar la liebre de 3.15 hasta la mitad, pero llegado ese punto me dije que si podía aguantarla más, mejor, y conseguí seguirle el tranco hasta el 26.
Allí se me escapó. Corrí del 26 al 27 solo y miré en cuánto tiempo había hecho ese kilómetro: 5.09. Pues ese tiempo será el que pongas, me dijo MOY, que en ese momento apareció, para todos y cada uno de los quince kilómetros que te faltan, cabrón. Para los que no lo conocen, mis nuevos lectores, vale aclarar que MOY es “mi otro yo” y me acompaña en todo momento desde hace 48 años. Yo no sé por qué MOY arranca así, insultándome. Es su alma cuartelera, me temo. No es un tipo culto como nosotros, eso se nota.

Llegamos al kilómetro 33, me cuesta mantener los 5.09 y MOY me espeta:

- Vamos Berni, te espera la gloria, no podés dejar pasar esta oportunidad de entrar en los libros de historia del deporte. Hablarán de ti un día los entrenadores del futuro cuando quieran motivar a sus pupilos: “había una vez un atleta cuarentón que cuando empezó a entrenar no pudo correr mil metros seguidos y años después entró en el bronce y en la epopeya en Barcelona”

- MOY, es que no puedo más, me duelen los cuádriceps, quemé casi todo siguiendo a la “liebre” hasta el 26.

- Mire coronel, continúa MOY y ahí me doy cuenta que se “pudrió todo” como decimos en Buenos Aires, o sea, la cosa ha tomado seriedad y perdido todo aire de broma. Para los que no lo saben, MOY es el comandante en jefe de todas las fuerzas de tierra, mar y aire del PEL (Pequeño Ejército Loco) que tengo el honor de integrar con el grado de coronel. Una institución que no discrimina por género, ni orientación sexual, ni edad, ni religión, ni nada. Sólo requiere, para poder integrar sus filas, amar un objetivo con pasión absoluta. No es lugar para tibios. Su disciplina es tan estricta que a su lado el ejército prusiano parecería un club de señoritas admiradoras de Luis Miguel. Y por supuesto, cuando MOY adopta este tono no hay plan B ni opción posible que no sea obedecer.

- Mire coronel, he intentado apelar a su conocida debilidad por la gloria, la pompa y lo monumental y alegórico pero parece no bastar. Así pues que me obliga Ud. a ordenarle que mantenga 5.09. Insisto coronel, es una orden.

No vale la pena ni perder el tiempo en discutir, así que transmito a las piernas la orden recibida del comando supremo. Y a matar o morir, mantengo el ritmo. Felizmente, en el kilómetro cuarenta me estaba esperando mi sobrino Kim, adecuadamente aleccionado por mí mismo el día anterior en técnicas de motivación. Su aliento, su empuje, sus gritos, la garra que le puso y me hizo poner, lograron que corriera los dos últimos kilómetros abajo inclusive de 5.09. Faltaban cien metros y Kim me grita “no me importa si no te queda nada, tenemos que pasar a ese de naranja” y yo cumplo y meto un sprint que perdurará en la Historia y en la memoria y lo paso y ta taa taaa taaaa taaaa me quedan quince metros y veo el reloj y la alfombra que marca el final y atrás de todo el castillo del Montjuic y los gritos de Kim y en epopéyicos, gloriosos, increíbles e inimaginables 3 horas, 20 minutos y 30 segundos cruzo la línea de llegada para caer en los hombros de mi sobrino –Kim, no voy a olvidar esto, un minuto es tuyo, je te remercie mon vieux- .


Este tiempo es 3 minutos y 24 segundos mejor que mi mejor marca de todos los tiempos (Ámsterdam, hace un año y medio), once minutos menor que mi última marca (Budapest, hace seis meses) ¡y 76 minutos menor que mi primera marca! (San Pablo hace siete años)
Esto hace 4.46 el kilómetro promedio y posición 711 de 3813 hombres que completaron. Esto debo agradecerlo fundamentalmente a Gastón Aldave, mi entrenador, y a sus socios Carlos Rojas y Nahuel Gorosito, que comparten con Gastón las responsabilidades de entrenarme diariamente. La victoria de una atleta pertenece en un exacto 50 % a sus entrenadores. Y nada habla con más claridad de la calidad de los míos, que esto que le voy a decir: yo empecé a entrenar con ellos en agosto. En septiembre quebré mi marca de media maratón, en enero la de diez kilómetros (en circuito de distancia certificada y verificada por mí luego con odómetro) quebrando la mítica marca para esa distancia que son los 40 minutos. Y ahora acabo de poner nueva marca personal en la distancia que me interesa, los 42,195 kms. Así que gracias, Gastón, gracias Carlos, gracias Nahuel. Sin Uds. nada de esta gloria que hoy inunda mi alma estaría ocurriendo.

Había unos cinco mil corredores en total, 40 % de ellos de fuera de la ciudad. 38 nacionalidades estuvieron representadas. Se me acerca una persona de la organización, que salvo detalles muy menores fue brillante y me pregunta: “¿Está Ud. bien?” “Mejor que nunca chaval”, le contesto. Y miro al cielo y digo para mi interior: “Gracias por no haberme abandonado”. Y poco después me reencuentro con Manolo y con Bárbara. MMF terminó en 3.50.53 mucho más entero y contento que en Budapest, lo que es bueno porque logré que modificara su decisión de que esta sería su última maratón y quedamos en correr juntos Praga en marzo 2007, aunque yo correré otra en septiembre u octubre de este año previamente.

Nuestros amigos españoles -Alexis es argentino como dije- pusieron los siguientes tiempos:

Jaume Carulla 3:51:22
David Ferran 3:51:22
Josetxo Soto 3:54:26
Alexis Kook Weskott 3:59:20
Santi Garcia 4:12:17
Luichy Anmella 4:24:06
Ricard Anmella 4:49:24
Fernando Vázquez-Dodero DNF (did not finish) Km. 30 (1/2 Maratón 2:29:08)
Alejandro Vázquez-Dodero DNF Km. 30 (ídem media maratón)
Y Jordi Bonells, un catalán amigo de Manolo, que reside en Marsella, abandonó en el kilómetro 10 pues había estado con una fuerte gripe y sólo el haberse presentado a correr en esas condiciones respiratorias, fue una proeza.

Se consagró ganador el keniata Joseph Nguram, ¡y los siguientes seis puestos fueron todos ocupados por compatriotas suyos! El primer no keniata fue un español, en octava posición a más de 12 minutos del ganador. Algo así como una eternidad de distancia. Y eso que ninguno de los keniatas era de primer nivel en su país, son corredores de segundo escalón.

Volví al hotel a bañarme y allí nos despedimos con Bárbara, que retornaba a Toulouse enseguida. Fui luego a lo que en Buenos Aires sería el equivalente de un buen, excelente, bodegón de la Boca, en la Barceloneta donde habíamos quedado con los corredores locales en compartir un arroz a banda con begavante. No me pregunten qué cosa es eso, pero estaba para chuparse los dedos, déjenme que les diga. La Barceloneta es un barrio de gente humilde, que aún vive allí, pero que está rodeado de agua por todas partes. Esa costa fue totalmente renovada en el 92 como dije más arriba y hoy es bonita, hermosa, encantadora y muy chic. Todos los turistas van a admirar el mar, la belleza del entorno, los veleros. El puerto de Barcelona fue el primero en el mundo a ser reciclado tan masivamente y de allí nos copiamos los argentinos para hacer Puerto Madero, a mi juicio tan lindo como su original pero totalmente distinto. Pues es claro que cada lugar es diferente, cada cultura tiene sus características y lo más estúpido que podían hacer quienes manejaron el reciclado de Puerto Madero era copiar a pie juntillas. No lo hicieron, se inspiraron nada más. Los catalanes –mi bisabuelo lo era, de Baleares, que es como una sucursal de Cataluña-, tal como los veo yo al menos, tienen algunas características claras. La primera es que son tan buenos negociadores como los chinos, y para muestra basta el “Estatut” que acaban de conseguir, más que lo que consiguieron los vascos y sin matar a nadie ni poner bombas. Conversando, negociando. Y la otra es que parecen tener una cierta disposición natural para el diseño, la belleza artística. Las tapas o carátulas de los menús de los restaurantes son un ejemplo, y el puerto reciclado, en particular el área del Forum, es otra.

La comida fue pantagruélica, y bebimos alcoholes misteriosos denominados “orujos”. Terminamos con un “cava” como llaman al champán en Cataluña. Yo lo bebí con placer y mucha satisfacción, pues otra de mis cábalas es culminar toda carrera con una copa de ese vino. Es que como decía Bonaparte, y quien mejor que un francés para hablar del champán, “dans la victoire on le mérite, dans la defaite on en a besoin” (en la victoria, uno lo merece, en la derrota, uno lo necesita). Esta vez para mí fue, claro, beberlo en victoria. Aunque también lo he hecho derrotado, pues cimas y simas, medallas y caídas, de todo he tenido en la vida.

No soy un hombre que no haya caído, pero sí uno que siempre ha sabido levantarse. Ha llegado la hora de explicarle a aquellos de ustedes que no sois catalanes qué quiere decir el título que elegí para estas líneas. La organización del maratón colocó los días previos, carteles por la ciudad con leyendas graciosas o motivadoras. Todas eran calles con nombre ficticios. El título es una de esas calles imaginarias y quiere decir “Calle del yo puedo hacerlo”. Y es así nomás, amigos, Uds., como yo, pueden hacerlo. Es proponérselo. Yo no nací maratonista y no había corrido ni una sola maratón hasta mis 41 años. Pero lo que tengo y puse diariamente es una voluntad inquebrantable, una identificación total con el objetivo.

Tú también podés. Ponete las zapatillas y da el primer paso al terminar estas líneas.

domingo, marzo 26, 2006

Marató BCN 2006

Tras el vacío sufrido en 2005 la Maratón de Barcelona ha resucitado este año para colocarse al nivel que se merece. 2006 representará un antes y un después, el punto de partida que nos llevará a situar los 42 kilómetros de Barcelona a la altura de los de Londres, Paris o Nueva York. La organización estuvo a la altura de las circunstancias, convirtiendo la prueba en una fiesta ciudadana. Casi un 40% de corredores de fuera de Barcelona demostraban la expectación que ha generado esta cita atlética más allá de nuestras fronteras. En la línea de salida a los representantes locales de A Fons Perdut (Ricard, Jaume, Luichy, Fernando, Alejandro, Santi) se unieron amigos venidos del extranjero: Josetxo desde Lisboa; David, nuestro embajador en Chicago; y Bernardo, Manolo y Alexis, en representación del Cono Sur. En los momentos previos al comienzo de la prueba hubo algunos episodios de tensión: el servicio de guardarropía se abrió al público excesivamente tarde, con lo que se produjeron importantes colas y apenas hubo tiempo para calentar. Además, a pocos minutos para empezar la prueba, Ricard se dio cuenta de que se había dejado el chip, con lo que se tuvo que pegar una buena carrera hasta el parking, donde minutos antes, desesperado por la lentitud del guardarropa, había dejado su bolsa oculta bajo el coche de Jaume al más puro estilo "bomba-lapa". La salida fue bastante rápida. Por delante nos esperaba un recorrido sin desniveles excesivos que nos iba a llevar a través de los lugares más emblemáticos de la geografía urbana de Barcelona. Disfrutamos de tramos espectacularés como el descenso de la Avenida de Gaudí, con la Sagrada Familia al fondo, el paso bajo el Arco del Triunfo, la bajada por Portal del Angel o la travesía de la calle Ferrán. Sin embargo, otras zonas desmerecían el caracter turístico del circuito, como la segunda parte de Gran Vía. Como punto de mejora, en próximos años, la organización deberá procurar que en los puntos de avituallamiento haya más bebidas isotónicas, ya que en algunos de ellos a los corredores más lentos solo nos quedaba agua y nada con que reponer los electrolitos perdidos durante la marcha. La animación del publico fue bastante correcta, incrementándose según iba avanzando la mañana, aunque todavía nos queda mucho que aprender de ciudades como Londres, Nueva York, o incluso san Sebastián, donde el entusiasmo de un público volcado lleva a los atletas prácticamente en volandas hasta la meta. El avituallamiento en la zona de llegada también es un aspecto que será necesario mejorar en próximas ediciones. El calor añadió dureza a la prueba, pero, a pesar de ello, Bernardo (¡con un memorable 3:20!), Jaume y Santi fueron capaces de batir sus marcas personales. En este sentido consideramos un acierto la decisión de la organización de adelantar la prueba al primer domingo de marzo, ya que con un poco más de fresco se corre mucho mejor.

Para poner el broche de oro a la jornada, después de una ducha reparadora, nos dirgimos a la Barceloneta, al restaurante Can Majò, uno de los favoritos del ínclito Pepe Carvalho, donde, fieles a la tradición gastroatlética de A Fons Perdut, y con nuestras recién ganadas medallas colgadas del cuello, dimos cuenta de un sensacional arroz a banda con bogavante.