domingo, enero 21, 2007

Mitja de Terrassa

Afrontamos esta prueba con respeto, ya que tiene fama de dura. Se trata de un trazado urbano con bastante desnivel, como podemos comprobar según nos acercamos en coche hacia la zona de salida, después de haber pasado por Sant Quirze a recoger a Alex y Jaume. Estamos inquietos. Esta carrera es la primera media que nos vamos a meter este año y forma parte de la programación que hemos elaborado de cara a la maratón de Roma, la gran cita de esta primavera. Va a ser una ocasión para medir los resultados de los entrenamientos que estamos llevando a cabo. Tras algunas vueltas encontramos un sitio donde aparcar, no excesivamente lejos del punto de partida. Buscamos algún bar donde tomar un café, pero aunque no faltan locales en la zona, se ve que sus dueños no están muy interesados en madrugar este domingo de enero. No les deben ir mal los negocios, pensamos. Esperamos al sol mientras Jaume recoge su dorsal. Luego dejamos la ropa de abrigo en el coche, estiramos unos minutos y volvemos trotando a la línea de salida. Enseguida suena el disparo que señala el inicio de la competición.

La salida resulta un poco lenta, a pesar de ser en bajada, ya que la calle es bastante estrecha y se producen aglomeraciones. Descendemos hasta cerca del kilómetro 6, donde comienza la subida por la Avenida del Vallés. Jaume ya se ha distanciado y Alex, Ricard y yo seguimos agrupados. La diferencia de preparación queda en evidencia. En la subida Alex no para de hablar en todo el rato, fresco como una lechuga, mientras que Ricard y yo hace un buen rato que no decimos palabra. Es en el kilómetro 9 donde esa diferencia se materializa: Alex aprieta y Ricard y yo nos quedamos detrás, como siempre a nuestro ritmo. Sin embargo llegamos con muy buen tiempo al avituallamiento del kilómetro 10. Según vamos recorriendo las calles de Terrassa, siguiendo la "blue line" pintada en el asfalto, comprobamos con satisfacción que este año la organización ha dulcificado significativamente el trazado respecto a años anteriores. Todo un detalle. Lamentablemente, al llegar al kilómetro 15 nos llevamos la desagradable sorpresa de que en el puesto de avituallamiento se ha terminado el agua. Una falta de previsión inadmisible, especialmente teniendo en cuenta que todavía quedan por pasar la mitad de los corredores. No me queda más remedio que desviarme a beber en una fuente cuando pasamos a la altura de un parque infantil. En fin, gajes del oficio. Ya estamos en el kilómetro 17. Ahora toca subir la Rambla, tal vez la calle más emblemática de la ciudad. Son dos kilómetros de subida sostenida. Estamos cansados, pero contentos. Ricard y yo, somos del tipo de corredores que en la segunda parte de las pruebas normalmente se funden y bajan el ritmo. Esta vez es diferente. Se ve que el entrenamiento empieza a dar sus frutos, porque mantenemos la velocidad y adelantamos a numerosos corredores. El circuito se desvía de la Rambla y ahora es más llano. Kilómetro 20. No queda nada. Descendemos por una cuesta vertiginosa hacia el Parque de Vallparadis, donde está la línea de llegada. Hasta nosotros llega el aroma de las butifarras con que la organización agasaja a los atletas. Finalmente cruzamos la meta en 01:48. -nada del otro mundo-, pero las sensaciones han sido mejores que nunca.